martes, noviembre 11, 2014

La evolución del dolor y la tristeza...

Yo no soy madre, aún soy sólo una joven, no he vivido mucho, sé muy poco de la vida, mi experiencia es corta; pero aunque no tengo hijos, sé algo, no soy muy simpática, pero nací con cierta empatía; sé, qué es ponerme en el lugar de alguien más, sé lo que es la solidaridad y sentir el dolor de quien sufre ante un abuso o pérdida, sin necesidad de tener lazos sanguíneos, ni características en común siquiera; sé que no me gusta lo que veo, cómo se ha desgarrado mi país, toda mi gente, por unos cuantos tiranos con su egoísmo, con su ambición, su inconsciencia e inhumanidad, con su violencia...

Es increíble la unión que a pesar de todo, hemos podido apreciar; pero el dolor no se va, ni se irá... A casi dos meses del asesinato de tres compañeros normalistas, tres personas más y la desaparición de cuarenta y tres de nuestros hermanos, muchos dicen observar desánimo en los padres, compañeros y demás personas que han apoyado; sin embargo, yo no lo veo así. El dolor continúa aquí, es sólo que, ha habido un cambio, una metamorfósis, una Evolución...

Si, que hay cansancio, es una realidad. Hay cansancio de las familias, los compañeros, del pueblo, ¡de México!, hay cansancio porque no es fácil dormir estando en búsqueda, no es fácil dormir estando en vela, no es fácil dormir con angustia, con dolor, con desesperación. Hay cansancio por la tiranía, el cinismo, la insensibilidad. No fui testigo del ambiente en Ayotzinapa durante los primeros días de esta desgracia, pero puedo imaginar un poco de ello: un escenario muy tenso, dolor manifestado en sollozos, llanto, gritos... y si después de más de un mes, no vemos lo mismo, es simplemente porque todo este llanto se ha ido transformando día a día; ¡no es resignación! ¡no es costumbre! ¡no es derrota!, el llanto desolado y débil, se ha ido fortaleciendo, y, después de no recibir apoyo ni respuesta alguna por parte del mismo gobierno culpable, se ha convertido en valor y fuerza, en unión, pero también se ha transformado en gran desesperación, odio, rencor, deseos de venganza, y como desde el principio: Sed de Justicia.


Esto lo digo, porque yo lo siento, lo siento en mi vida, en mi corazón, y lo siento cuando escucho a los padres hablar, en el coraje que tienen para continuar la búsqueda, sin importar lo que suceda, lo siento cuando logro comprender que, están dispuestos a todo; cuando percibo que no tienen miedo a nada, que son sinceros y están completamente decididos y seguros de lo que están haciendo; cuando me doy cuenta de que no hay nada infundado en sus ideales y acciones, cuando soy testigo de su gran capacidad y sentido de lucha, porque nacieron luchando, y luchando morirán; como todos debiéramos.

Por último, sé que no soy ni me permitiría ser ajena a esta lucha, sabiendo que yo, como cualquiera, como jóven, como estudiante, como normalista, como mexicana, estoy expuesta a perder la vida en manos del gobierno en cualquier momento. ¿Qué sentido tendría actuar indiferente, si lo más seguro en la vida es la muerte, y más segura a una edad corta en México? ¿De qué sirve hacerte a un lado no importando lo que sienten los demás, para continuar con tu vida y tratar de superarte, si por tener deseos de ser alguien, puedes ser ejecutado?

Nadie que no haya estado nunca en el lugar de estos padres, tiene derecho a juzgar. Los actos que se han observado, que estamos viendo y que se seguirán dando, no significan nada, al compararlos con este Crimen de Estado. Están infinitamente justificados, porque el dolor que sienten, que sentimos, es algo que nadie merece. Porque nada material vale más que seis vidas arrebatadas, y cuarenta y tres en calidad de desaparecidas... Esto, en el caso actual, pero a ello se suman todos los crimenes de estado cometidos a lo largo y ancho del país durante tantos años... y es por ello, que decimos: ¡Ya basta! ¡NO es justo!, y es por ello, que no importan las consecuencias de nuestros actos, si no afectamos la vida de alguien más, es por los cuarenta y tres que no parará este pueblo mexicano. Porque vivos se los llevaron, y así, vivos, los queremos de vuelta.

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