domingo, noviembre 30, 2014

Desalojando el taller...



Aún no sé mucho, me falta mucho por descubrir, pero aquí he aprendido un poco de cosas varias, es un humilde y lindo lugar, en donde se enaltecen los usos y costumbres de mi gente, de mi tierra, nuestra cultura; fortalecemos el orgullo de ser parte de esta, el valor y respeto que merece, ejercemos y asumimos el derecho y obligación de conocerla, conservarla, fomentarla...

No lo puedo creer, no lo quiero creer. Me dicen que dejamos este sitio. No debería ser posible. No quiero que sea posible, porque... porque es mágico, es distinto, es único... es... mi escape.

Después de cruzar la puerta y olvidar cualquier sonido externo, las cuerdas y la percusión envolvían mi mente y me transportaban a la calma y la felicidad, esa de mis raíces, de nuestros antepasados presentes en esta música entre voces, chaquistes, mosquitos, requinto, jaranas, marimbol, cajón, panderos, quijada, zapatos y tarima... para fandanguear, para respirar, para sonreír... para alegrar el alma.

Es un punto de reunión en donde todo problema o preocupación sin importar su magnitud, sólo desaparecen; cualquier cosa que se escuche aquí no tiene otro efecto que la tranquilidad y el olvido de lo que nos aqueja, es una frontera, otra dimensión... todo ello, es el poder del son... pero después de hoy no vendremos más...


No saben cuánto me duele dejar este lugar...

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