sábado, febrero 19, 2011

Carta de una Ciudadana

Tengo dieciocho años, ya soy mayor de edad, legal desde hace ocho meses...


Y desde hace cuatro meses me diagnosticaron cirrocis hepática; una enfermedad que provoqué por mi propio gusto aunque no a propósito... Ni siquiera bebía tanto.


A los diecisiete pensaba en tener credencial para adquirir bebidas alcohòlicas en cualquier comercio. Pensé que era invulnerable al alcohol, era un gusto estúpido pero, me hacía sentir bien, nunca bebí por despecho ni nada parecido, siempre fue por su agradable sabor...
Pues mis padres nunca me abandonaron ni dejaron de cuidar o criar, ellos parecìan vivir y trabajar solo para mi, me cuidaban tan desesperada y delicadamente como si yo fuese muy fragil, y me parece que soy todo lo contrario... Pero la razòn por la que su cuidado era tan intenso hacia mi, es porque, su primer hijo, al cumplir 13 años, quien es mi hermano mayor, se saliò de casa sin poder encontrarlo y, esa es una edad inadecuada para vivir sin una orientaciòn paternal, entonces, al concebirme, estaban seguros de que esta vez no se permitirìan fallar una vez màs, y por supuesto, se fueron dedicando unica y exclusivamente a atenderme y consentirme de alguna manera... Suponen que tal vez tanto cuidado y cariño afecto mi estabilidad...


Parece que ahora expulso todas esas toxinas, las del alcohol, pero creo que han tomado la puerta falsa porque salen como sangre cada vez que vomito. Al parecer el caso es cada vez más grave, les rompí el corazón a papás y familia pero con los amigos me la pasaba bien.


Hace unos días, mi padre lucía muy raro pero pensé que tal vez eran el cansancio y los nervios aunque después supe que era porque se ha introducido al moderno y solvente negocio de las drogas. Su sueldo parecía no alcanzar para mis tratamientos y estancia hospitalaria. Mi madre explotó cuando se enteró, en realidad se enfureció, sabemos las consecuencias de dedicarse a esto... Pero no le importó, quería salvar a su pequeña ya que ninguno de los padres era compatible.


Han pasado siete meses desde que supimos de mi enfermedad, ya estoy muy debil, ni siquiera pude seguir en la escuela mi ultimo semestre pero de cualquier manera no tendría caso. Nadie quiere decirme pero YA SÉ, estoy a poco tiempo de morir, y no es algo malo, es algo natural, lo siento por mis padres, cada vez que los veo hablar con mi doctor parece que les quitaran un pedazo de corazón.

Algo Dieciocho

Cuando tenía 18 años el alcohol ya era un problema en mi vida, del que se habían derivado varios más.


Viví así durante años y no quise prometer ni proponerme no volver a cometer tal desobediencia o auto atentado.


Gracias a Dios seguía vivo y sano, pero si no me detenía, eso podía cambiar.


Hasta hace algunos meses aún iba a la escuela, tenía familia y criterio; tenía que conservarlos y si caía de nuevo en el alcohol sería fácil perderlos…

Después de cinco semanas de estar en juicio y de haber obtenido conciencia, caí de nuevo en el vicio, en el destructor vicio del alcohol. Fui a parar a un acceso en el que me maltrataron como nunca antes, al encontrarme con ex convictos, y distintos tipos de personas con todo tipo de caracteres y debilidades así como enfermedades mentales. Me sentía de lo peor, como nunca antes me había sentido y ese lugar me parecía más que un martirio o castigo, el mismo infierno…

Podría describir todos los malestares y tristezas que sentí pero, en serio sería un terrible dolor recordar esas malditas vivencias.

Nunca le desearía todo lo que me sucedió y lo que hice a nadie. Solo se que las consecuencias finales hasta ahora han sido, haber perdido a mi familia por completo, no se en donde se encuentran, y mi cerebro está más perdido que nunca…

Hoy por hoy tengo 81 años, lo contrario de cuando ya era un completo alcohòlico... pero la diferencia es que; ya no tengo riñones sino una zonda en reemplazo, un hígado destrozado y una dignidad perdida y para terminar, un profundo e infinito arrepentimiento...