miércoles, marzo 03, 2010

Algo Seis

Iràn, Marzo 3 1970

Con tres meses y diecisiete años, le fue diagnosticado el cáncer en las vías respiratorias. Helen tenía que tomar precauciones por todos lados y en todo lo que hacía o ingería, el peor martirio de su vida.

Sabía que el ciclo de la vida mayormente era nacer, crecer, reproducir y morir, aunque por supuesto, muchos no cumplían tal ciclo... La idea de morir no le preocupaba ni hacía temer en lo absoluto, aunque claro, no por eso estaría feliz siempre u olvidaría su enfermedad solo le martirizaba el hecho de tener que cumplir con tantas precauciones, su intención, era aprovechar el tiempo que le quedaba acompañada de su queridos familiares y amigos, tan solo quería divertirse, y no solo en su sabida enfermedad, Helen siempre había buscado vivir completamente en diversión.

Ya no le importaba correr cualquier riesgo pues igual la muerte segura llegaría en cualquier momento, prefería no ingerir tanta química, si, esa química que quiere estirar la vida, decía ella, pero aunque la evitaba, parecía tener una estable salud.

Lo desagradable, inició con la pérdida imparable de su cabellera, Helen decía siempre haber tenido curiosidad por verse sin cabello, y aunque de vez en cuando se deprimía por momentos pues le invadía la tristeza de recordar su vida antes del cáncer, parecía reir cada día más, de hecho, hacía bromas sobre su vida y enfermedad, y jugaba con toda la situación, lo tomaba como un simple chiste, mientras los notablemente afectados eran sus padres, pues por supuesto sufrían al ver desplomarse a Helen e irse como agua entre sus manos cada día.

Cuando Helen cayó en cuenta sobre la gravedad de su enfermedad y lo necesarios que eran los procesos y medicamentos, ya era bastante tarde, aún duraría unos meses viva, pero, su caída era inevitable y la calidad de vida que tendría sería crítica. Empezaron intensos dolores, profundas y prolongadas tristezas...

La vida de Helen en esos días era miserable, un infierno para todos cuantos le rodeaban.

Un día, aparentaba estar mejor que los anteriores, sus padres sintieron un ligero alivio, pero en mente retrocedió a los buenos y malos momentos de los ayeres en su vida libre de cáncer, entonces empezó a culparse de su enfermedad, pues juraba haber atentado contra su propia vida con sustancias comunes pero malignas y al encontrar el instrumento, decidió terminar con su existencia antes de que lo hiciera el cáncer. Introdujo una jeringa con cinco milímetros de aire en su cuello.

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